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Read the Cover Story: Chile’s Millennial President Is a New Kind of Leftist Leader
Gabriel Boric, el presidente más joven de la historia de Chile, está liderando a su país a través de un momento trascendental. Menos de seis meses después de que Boric asumiera el cargo, los chilenos están a punto de votar, en un plebiscito el 4 de septiembre, sobre una propuesta para reemplazar la constitución.
La Carta Magna actual, redactada en 1980 durante la dictadura de derecha de Augusto Pinochet, ha sido una de las bases del Chile moderno: un país con un estado pequeño, recipiente de mucha inversión extranjera y más rico que sus vecinos en América del Sur, a la vez una sociedad profundamente desigual.
La nueva constitución, redactada por una convención especialmente elegida, promete amplias reformas progresistas, como un nuevo servicio nacional de salud, mayor autonomía para los pueblos indígenas y controles más estrictos en el sector minero. Los que apoyan la propuesta dicen que transformará a Chile en un país más justo, más democrático y más fuerte. Los opositores dicen que destruirá la estabilidad económica y política. Las encuestas sugieren que la mayoría de los votantes tienen la intención de rechazarlo.
Boric, un exlíder estudiantil de 36 años, fue elegido en diciembre de 2021, después de protestas masivas que exigían cambios sociales. Él insta a la población Chilena a que apruebe la nueva constitución. Pase lo que pase, siendo el presidente más izquierdista de Chile en medio siglo, va a intentar transformar el país.
Ciara Nugent, periodista de TIME, se reunió con Boric en agosto para hablar sobre la constitución, su ascenso político y su visión de un Chile progresista. Esta transcripción ha sido condensada y editada para mayor claridad.
TIME: Usted participó en la refundación de la asociación de estudiantes de Punta Arenas, su ciudad, cuando tenía solo 14 años. ¿Por qué empezó tan joven en las actividades políticas?
Boric: Yo diría que fue en 1998, cuando yo iba en el séptimo básico, ahí me di cuenta de que en Chile había un problema. Ese fue el año en que metieron preso a Pinochet en Londres. Y me acuerdo de haber visto una protesta de mujeres, familiares de detenidos desaparecidos, y no lo podía entender. ¿Quién hace desaparecer a una persona? Si no es a través de la magia. ¿Dónde estaban? Y después entendí la profundidad de la pregunta “¿dónde estaban?” Y eso me generó muchas ganas de aprender. A partir de conocer la historia de Chile, entendí que los privilegios que uno tiene en una sociedad tan desigual como la chilena se sustentan en que otros no los tengan. Me generó mucha rabia, y ganas de cambiar las cosas.
Ese tipo de ira estalló a nivel nacional dos décadas después en el estallido social, cuando usted era diputado. ¿Cómo se sintió en aquel momento?
Sentí que [los políticos de izquierda] teníamos una responsabilidad. No podíamos ser solo agitadores. Teníamos que ofrecer una alternativa para encauzar el conflicto hacia algún lado. Y por eso con otra gente, no solo, nos la jugamos por el proceso de la nueva constitución.
Los chilenos están a punto de votar sobre la nueva constitución que salió de ese proceso, en un referéndum el 4 de septiembre. ¿Qué opina usted del texto?
Creo que es positivo. Es un avance. Creo que aborda temas que, no solamente para Chile sino para el mundo, son muy importantes. Tiene una visión de armonía entre desarrollo y cuidado del medio ambiente que era muy ajena a las constituciones del siglo XX. Incorpora una perspectiva feminista, que es fundamental. Establece un catálogo de derechos tremendamente importante, al cual hay que avanzar de manera progresiva: los derechos de los trabajadores, la distribución de los recursos y el poder en todo el territorio y no solo en Santiago. Tengo una buena opinión del borrador. Siempre hay cosas que se pueden mejorar, y es parte del debate. Pero es un paso grande.
Según los sondeos, la mayoría de chilenos van a rechazar la nueva constitución. Si es así qué sucederá después?
Sí. Chile decidió en el plebiscito de octubre del 2020 tener una nueva constitución. Y decidió que esa nueva constitución, tenía que ser escrita por un órgano especialmente electo para ese fin. Y ese mandato sigue vigente. Si eventualmente llegara a ganar el rechazo, que es legítimo, hay que continuar con ese mandato del pueblo.
Y eso implica elecciones para una nueva convención?
Eso es lo que nosotros como gobierno, por lo menos, vamos a hacer, porque entendemos que hay un mandato del pueblo: no es un capricho. El pueblo ya se pronunció respecto a eso. Se podrán estudiar los detalles pero ese es el mandato principal.
Una victoria para el rechazo sería un desastre para su agenda, no?
El consenso sobre la necesidad de una nueva constitución, y sobre la actualización de las bases de convivencia sigue vigente. Yo estoy convencido de que vamos a llegar a buen término, independiente del resultado del 4 de septiembre. Ahora nosotros como gobierno tenemos el deber de gobernar, independiente de lo que pase. Hay problemas que van más allá de la discusión constitucional. El alza del costo de la vida, la inflación, la seguridad, los derechos de la infancia, la educación, la reforma de salud, la reforma tributaria. Todo eso lo vamos a seguir haciendo. Si es que eventualmente ganará el rechazo, nos demoraremos un poco más pero vamos a llegar igual.
Una cosa que la gente me ha dicho sobre usted es que escucha a los demás y considera mucho los puntos de vista opuestos.
Creo que es muy importante mantenerse lejos de los fanáticos. Y ser capaz de siempre recordar porque estamos acá, y poner en revisión el camino propio. Uno tiene que estar permanentemente preguntándose. Para eso, sirve mucho escuchar.
Si escucha tanto y delibera tanto, es difícil sentarse y tomar una decisión?
No. He tenido que tomar decisiones difíciles. Llega el momento en que uno ya ha escuchado lo suficiente y dice vamos. El dudar no significa ser errático, ni ser inseguro, sino tener la capacidad de mejorar la posición propia en función de escuchar a quién está frente. Hay que darse el tiempo para escuchar. Esto significa a veces ir un poco más lento. Pero yo siempre digo, vamos lento porque vamos lejos.
Sin embargo, su gobierno ha hecho varios giros de 180 grados desde que asumió el cargo. Sobre retiros del fondo de pensiones, sobre seguridad. ¿Cómo explica eso usted?
Yo creo que las responsabilidades cuando uno es gobierno son muy distintas a las que teníamos en otras instancias. Hoy día soy presidente de todos los chilenos y chilenas. Por lo tanto, a veces me toca hacer cosas que no me gustan. En política, cambiar de opinión, en la medida en que hay una coherencia con los principios que uno tiene, no es algo que tiene que ser visto de manera negativa. Las decisiones que uno toma no pueden ser en función del orgullo personal, sino de qué es lo que beneficia más al pueblo al cual representa. A mí me preocupa más la gente que nunca cambia de opinión.
Usted cambió de opinión sobre Araucanía, la región del sur donde pequeños grupos separatistas de personas Mapuche están en un conflicto violento con el estado. Usted decretó un estado de excepción para las rutas de la región, después de haber votado en contra de medidas parecidas durante la presidencia de su predecesor Sebastián Piñera. Algunos activistas dicen que parece que usted no sabe qué está haciendo.
Yo creo que efectivamente en un comienzo hubo algo de voluntarismo en cómo abordarlo. Pero yo sigo convencido de que el estado de excepción no es la solución. Nosotros tuvimos que decretar estado de excepción porque efectivamente teníamos problemas de seguridad muy grandes. Pero yo estoy convencido de que la solución va a pasar por un diálogo político con el pueblo Mapuche y el estado Chileno. Se cumplen próximamente 200 años del tratado de Tapihue, que fue un tratado en 1825 entre el estado Chileno y el pueblo Mapuche que estableció cuál era la relación que iban a tener en ese momento. Yo creo que es momento de parlamentar. Y forjar una nueva relación que no está basada en la violencia, ni en la exclusión, ni en la pobreza. Y ese es donde está concentrado lo principal de nuestros esfuerzos. Desgraciadamente hay algunos grupos que no son representativos de todo el pueblo Mapuche pero que tienen poder de fuego, que no tienen ningún interés ni voluntad de diálogo, y a ellos—a quienes no tienen intención de dialogar y que utilizan la fuerza para tratar de imponer su punto de vista—tienen que enfrentarse al estado de derecho como corresponde a todos los chilenos.
¿Le preocupa militarizar una zona donde viven los civiles, por los riesgos para los derechos humanos?
Lo que nosotros hemos hecho es una protección y resguardo de las rutas. Y los militares no están autorizados para intervenir en situaciones de orden público común. Si es que hay un enfrentamiento, con armas, hay ciertos protocolos. Nosotros vamos a ser muy estrictos y lo estamos siendo en resguardar de que no haya ningún tipo de violación a los derechos humanos. Llegamos con ese compromiso. No podemos desconocerlo ahora.
Uno podría argumentar que en este momento de mucha inestabilidad en Chile, el país necesita un líder que tome acciones decisivas y claras y no retroceda.
Creo que lo estoy haciendo, lo estamos haciendo. Primero, si te fijas es un momento de gran incertidumbre en el mundo. Mire a Europa: una crisis energética brutal, la inflación al alza, y una guerra en territorio europeo. Tenemos que asumir que vamos a vivir en tiempos de mucha incertidumbre. Y por lo tanto se requieren políticos que, antes de esa incertidumbre, sean capaces de elaborar en conjunto un camino. Nosotros lo estamos haciendo. No estamos paralizados.
¿Qué está haciendo para avanzar su agenda?
Presentamos la reforma tributaria. Dijimos cuál sería el rumbo a seguir sea cual sea el resultado en el plebiscito: tanto de mejoras si es que se apruebe el 4 de septiembre, o un nuevo proceso constitucional si se rechaza. Hemos desplegado un paquete económico de más de $3.500 millones de dólares para enfrentar los efectos de la crisis pero hacerlo de manera responsable fiscalmente. Hay un camino.
Su cita más famosa es probablemente: “Si Chile fue la cuna del neoliberalismo, también será su tumba.” Es posible que personas en otros países entiendan “capitalismo” cuando dices neoliberalismo.
No es lo mismo.
Me imagino que no estabas anunciando el fin del capitalismo en Chile?
Sería muy arrogante anunciar el fin de un sistema productivo que está en vigencia desde la revolución industrial. Lo que pasa es que el neoliberalismo fue una experiencia que se aplicó con mucha fuerza en Chile. Se redujo el estado a su mínimo tamaño. Se generó un individualismo radical. Yo creo que nosotros debemos como sociedad aspirar a formas de organización que vayan más allá del capitalismo, pero yo no creo el capitalismo…digo se acaba, ahora. Y lo que yo aspiro es que nuestro gobierno tenemos espacio para avanzar a un estado social de derechos—a lo que se conoció en el siglo XX como las democracias sociales, incorporando nuevos temas y desafíos como el feminismo, como enfrentar la crisis climática, o la coexistencia en Chile de diferentes territorios.
Entonces, ¿usted no se ve a sí mismo como un socialista?
Yo creo en una tradición socialista libertaria, por decirlo de alguna manera, que también fue crítica de la derrota de la izquierda en el siglo veinte en el sentido de pensar que el estado lo puede resolver todo. Creo profundamente en la iniciativa y en la organización privada, la organización de la sociedad civil. Creo que son complementarias con el estado. No me imagino un estado controlándolo todo, tipo los socialismos del siglo XX, que fracasaron. Nosotros tenemos que hacernos cargo de ese fracaso.
Los líderes izquierdistas de generaciones anteriores en América Latina terminaron torciendo las reglas de la democracia y las instituciones, o simplemente pisoteándolas. ¿Es la democracia más importante para usted que el izquierdismo?
No creo que sean contradictorios. Soy una persona de izquierda profundamente demócrata. Y creo que las derivas autoritarias que han existido a la izquierda han hecho mucho daño no solamente a la idea de la izquierda sino también a sus pueblos. Por lo tanto, soy en primer lugar demócrata.
¿Se manifestará eso en sus relaciones con otros países?
No puede ser que yo me indigne cuando se violan los derechos en Palestina pero no en Nicaragua. Cuando la defensa de los derechos humanos es parcial, pierde legitimidad. He sido crítico de las derivas autoritarias en la izquierda en la región. Me ha costado muchas críticas de mi sector. Porque en mi sector a veces hay poca voluntad de criticar lo propio. Y eso yo creo que es un error.
Es frustrante ver esta actitud en la región?
Para mí es frustrante. Pero me genera más motivación para decir que lo podemos hacer de otra manera. Y en Chile lo vamos a hacer de otra manera. Y además tengo esperanza de que con los nuevos gobiernos—como el de [Gustavo] Petro en Colombia o si es que vuelve [Luis Inácio Lula da Silva]—podemos avanzar también en esa dirección.
Dijo durante la cumbre de las Américas que todavía se debe invitar a los gobiernos autoritarios de la región—Cuba, Nicaragua, Venezuela—a los encuentros internacionales.
Dije que la exclusión no ha funcionado como mecanismo de rectificación en eso. Mire el caso de Cuba. A Cuba lo excluyeron de la OEA en los sesenta. ¿Ha dado resultado esa exclusión? Yo prefiero poder decirle a Daniel Ortega que estoy en desacuerdo con él y quiero que libere a los presos políticos—[como] Dora Maria Tellez—decírselo a la cara y confrontarse. Si tenemos instancias que son multilaterales y finalmente nos juntamos solo quienes estamos de acuerdo, pierde un poco el sentido.
Cree que si ustedes tienen éxito aquí, Chile puede ser un modelo para los países que quieren hacer cambios progresivos de manera democrática?
Tenemos muchos desafíos en Chile que son difíciles. Y el primer objetivo de gobernar tiene que ser mejorar la calidad de vida de tu pueblo. Uno no puede estar pensando en cómo va a pasar a la historia, si haces esto te mareas fácilmente.
¿Qué opina del otro líder millenial de la Américas: Nayib Bukele en El Salvador? ¿Es un autócrata?
No nos conocemos personalmente. Él no ha participado en las cumbres. Y si uno no participa por opción a las instancias multilaterales, genera también una sospecha. ¿Por qué no enfrentarse al escrutinio de tus pares? Por lo menos lo que yo he estudiado y conversado con gente de El Salvador, es que hay efectivamente una deriva autoritaria: en donde para enfrentar un problema que es gravísimo, que es el tema de las maras, que sé que es muy difícil y que la delincuencia hay que enfrentarla con mucha decisión, pero eso no se puede hacer restringiendo la democracia. Y la verdad es que no me siento muy identificado con la forma en que Bukele está liderando su gobierno. Imagino que él podría decir lo mismo de mí.
En este momento se habla mucho de lo que sucederá en Brasil si el presidente Jair Bolsonaro no acepta los resultados de las elecciones en Octubre. ¿Qué haría usted para apoyar la democracia brasileña si esto sucediera?
Bueno, fue muy esperanzador ver la carta de Sao Paulo, que lleva un millón de firmas a favor de la democracia, con la transversalidad de los firmantes de [muchos sectores de la sociedad y la política]. Fue una señal potente de la sociedad civil brasileña. Si es que hubiese un intento tal como sucedió por ejemplo con Bolivia [en 2020], en donde se acusó fraude que no era, y se terminó validando un golpe de estado, América Latina tiene que reaccionar en conjunto para colaborar en impedirlo.
Usted ha hablado mucho de la crisis climática. ¿Cómo quiere demostrar liderazgo en este tema?
Nosotros somos uno de los pocos países de América Latina que se comprometió por ley a ser carbono neutrales de aquí al año 2050, con por cierto la intención de adelantar e ir adelantando esa fecha. Nosotros tenemos posibilidades de desarrollar y ser líderes en energías renovables, en particular el hidrógeno verde. Y la energía eólica. Y exportarlas al mundo. Y por eso necesitamos inversión y alianzas con otros países.
Ahora también concuerdo con Gustavo Petro en lo que dice de que todos tenemos responsabilidad, pero hay unos que son más responsables que otros. Y ahí los países más desarrollados y más contaminantes tienen que cumplir los compromisos del acuerdo de París. Y tenemos que exigir que lo hagan con más fuerza. Y desde América Latina yo espero que vamos a tener una sola voz en aquello.
¿Qué puede hacer como región para presionar a otros a actuar?
Por ejemplo, condicionar la exportación de materias primas o de energía a cambios en el comportamiento de consumo de los países más desarrollados.
¿Está hablando de litio y cobre?
Si, y el hidrógeno.
Chile tiene reservas muy grandes de litio y cobre, pero la extracción ha provocado problemas muy grandes para el medio ambiente local. Las empresas mineras deberían tener más miedo de su gobierno que de los gobiernos anteriores?
No miedo. Nosotros vamos a exigir mayores estándares medioambientales. Y que estos estándares se cumplen. Pero vamos a respetar la ley. Lo importante es poder otorgar certidumbre. Nosotros conversamos con BHP [una empresa minera australiana], por ejemplo. BHP está haciendo una inversión de $20 billones en Chile. Y lo que le importa es tener certidumbre de que no vamos a cambiar las reglas del juego a la mitad. Y nosotros vamos a ser exigentes en estándares medioambientales pero respetar por cierto lo que compromete el estado de Chile.
Muchos de los líderes extranjeros con los que te encuentras estos días tienen culturas políticas mucho más formales que la que estás fomentando aquí. ¿Usarías corbata para alguno de ellos?
No. Yo creo que hay que mantener respeto por la investidura del cargo, no solo por el país al que uno se relaciona sino también por el país al que uno representa. Pero creo que uno tiene el estilo propio. Las formas de vestir van cambiando con el tiempo. El prototipo de masculinidad en el siglo XV hoy día sería considerado afeminado: las fotos de los reyes franceses con taco alto y calzas. Y después Barack Obama sentado así sentado encima del escritorio. Es una evolución. Yo creo que soy parte también de una transición. Las corbatas no tienen ningún sentido para mí.
Como se siente cuando le critican por salidas de protocolo o dejar la bragueta abajo…
Ah pero no es una salida de protocolo, es un error! El pantalón estaba desajustado, era un terno nuevo y se me quedó abajo. Está mal. No lo hice a propósito. Y ahora me preocupo cuando salgo del auto.
Entiendo que hoy día habito una institución que es más grande que yo. Y me tengo que preocupar por la presentación, porque yo represento al estado de Chile. Podrá no gustarte mi ropa, pero si ordenada, limpia, digna del cargo. Entonces lo entiendo. Hace muchos años que yo estoy con un nivel de exposición grande: ya no [tengo] mohicano. Es parte del oficio no más.
Ha hablado abiertamente de tener TOC. Destaca lo extraño que es que otros políticos no hablen de problemas de salud mental. Es muy poco probable que sea el único que tiene tales dificultades.
Creo que hay un estigma sobre la salud mental en dónde se asocia a debilidad. Nadie [va a quejarse] por si un presidente sea diabético, pero si un presidente tiene TOC, pareciera que fuera un pecado. Tenemos que romper esos mitos. Las enfermedades de salud mental, afortunadamente la gran mayoría tienen tratamiento. Entonces hay que desestigmatizarlas. Yo estuve internado en un hospital psiquiátrico a propósito del TOC. Y cuando lo conté, hubo mucha gente que me escribió después aliviada como, gracias por decirlo, lo teníamos atragantado.
Tengo una pregunta un poco de la entrevista de empleo. Cree que tiene fallos en tu vida o en tu trabajo?
Muchísimos. Sin lugar a dudas. Creo que en mi vida, soy muy intenso pero hay veces que he sido poco metódico.Me cuesta mucho la rutina. Me falta mayor estudio en matemáticas, en ciencias—bueno, para eso uno tiene un equipo. He cometido errores por impulsivo anteriormente. Por lo tanto no tomar decisiones con la cabeza caliente es algo que uno tiene que está recordando, porque uno pasa muchas rabias también acá.
¿Cómo lidias con el estrés del trabajo?
Me gusta mucho escuchar música. Estoy permanentemente escuchando. En todas partes. Aquí [en la Moneda]. En mi casa tengo un equipo bueno de vinilos y de CDs—escucho CDs todavía. Por ejemplo, me compré la colección de los 37 discos de Bob Dylan, recién. Me gusta muchísimo el Blood on the Tracks de 1975. Me gusta mucho Silvio Rodriguez, cubano, Charlie Garcia, argentino. Los Prisioneros, de Chile. Me gusta el punk. De bandas más conocidas internacionalmente, me gusta mucho el Tool. Pearl Jam. Nirvana. Alice in Chains. He escuchado mucho Metallica en mi vida. Radiohead.
¿Y Taylor Swift? Se ganó una reputación internacional como un ‘Swiftie’ después de enviarle unos tweets.
Jaja, yo no soy tan fan de Taylor Swift. Lo que pasa es que ella tiene un grupo de fans muy importante de Chile. Todo el mundo me empezó a hablar de ella y de su historia. Y me adoptaron, en el fondo. Y aprendí todo sobre el proceso creativo de ella, y cómo ha tenido que recuperar sus discos porque le habían estafado y tuvo que grabar todo de nuevo: El ‘Taylor’s Version.’ Me gusta el Red. El Folklore, ‘Cardigan’. No es el estilo de música que más cultivo. Pero hay mucho cariño con las Swifties.
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