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Amar Santana siempre quiso cocinar, pero mientras crecía en la República Dominicana, no veía un camino claro, mucho menos uno con paradas en el mundo de la televisión de realidad. “Me encantaba cocinar,” dice, señalando que lo prefería a jugar con juguetes cuando era niño. “Solía tomar, como, tres piedras y hacer un fuego, tomar una pequeña lata de metal y hornear cerezas silvestres con un poco de azúcar para hacerlas dulces.” Pero a medida que crecía, vio una cultura en su país donde “las mujeres hacían la comida y los hombres iban a trabajar,” dice. “Así fue como crecí.” No fue hasta que se mudó a Nueva York a los 13 años y vio a su mamá ir a trabajar y a su papá quedarse en casa y preparar la comida que se dio cuenta, como él lo dice, “Está bien cocinar aquí.”
Cuando llegó el momento de que Santana eligiera una secundaria, quería asistir a una nueva fuera de su distrito. “La única manera en que mi consejero de orientación podía hacerme entrar en esa secundaria era si tomaba un programa llamado artes culinarias,” recuerda. Alrededor de ese tiempo, su padre fue diagnosticado con cáncer cerebral y tuvo 32 cirugías antes de su muerte. “Estaba en el hospital después de la escuela casi todos los días,” dice. “Lo último que mi padre me dijo fue que cuidara de mi madre y de mi hermano, y todavía estoy cuidando de mi mamá, y mi hermano trabaja para mí.” En su último año, Santana compitió por una beca para el Culinary Institute of America y ganó. “Fue el sueño americano hecho realidad, porque pude obtener una beca completa,” dice. Luego, cocinó en los restaurantes del chef famoso Charlie Palmer en la ciudad de Nueva York y en California.
Pero esperó más de una década después del lanzamiento de Top Chef antes de solicitar un lugar en el programa. “Uno de mis antiguos cocineros, Ilan Hall, fue al programa y ganó. Y solía decir, ‘Oh Dios, yo soy mejor cocinero que él,’” dice Santana, riendo. “Él va a Top Chef y se convierte en una celebridad, y yo estoy un poco celoso. Pero solía decirme a mí mismo, ‘No hablas inglés muy bien, así que olvídalo.’ Así que nunca lo persiguió.”
Pero antes de la Temporada 13, un cliente en su restaurante de influencia global Broadway en Laguna Beach, California, preguntó si alguna vez había pensado en participar en el programa. Resultó que ella era amiga de la directora de casting. “Dije, ‘Sabes qué? Si no tengo que hacer fila con 1,000 personas, lo intentaré,’” dice Santana, ahora de 42 años. Estaba de vacaciones en Marruecos cuando recibió una llamada de regreso, y le dijo a los productores que no iba a acortar su viaje para una audición final. Aun así, le ofrecieron un lugar en el programa. Quedó en segundo lugar.
Cuando llegó la pandemia y los restaurantes se cerraron, Top Chef lo invitó de regreso como juez y, en la temporada siguiente, como concursante en su primera competencia internacional, ambientada en Londres. Llegó a los seis finalistas en lo que muchos fanáticos consideran la temporada más competitiva de la serie, consolidándose como uno de los chefs más talentosos del programa.
Santana actualmente dirige Broadway así como Vaca, un restaurante español en Costa Mesa, California. En cuanto a su futuro, está pensando en regresar a sus raíces. “Creo que tengo un lugar especial en mi corazón para hacer alta cocina—mantelería antigua, carrito de quesos, todo el asunto,” dice. “Pero del otro lado de mí, quiero abrir un restaurante dominicano. Me gustaría poner música y vender plátanos y arroz y frijoles. Creo que ganaría mucho dinero, porque siento que eso es lo que la gente quiere.”
—Reportando en español por Israel Meléndez Ayala
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