You can read our article in English here.
El año pasado, el presidente colombiano Gustavo Petro observó consternado cómo se desataba una crisis política y económica al otro lado de la frontera oriental de su país. Las potencias mundiales habían impuesto sanciones a las exportaciones petroleras de Venezuela después de que el líder autocrático del país, Nicolás Maduro, presuntamente manipulara su reelección. Mientras la hiperinflación atizaba la tormenta política, millones de refugiados huyeron a Colombia.
En el fragor del momento, Petro decidió hablar con Maduro sobre una idea: el caudillo de izquierda debería proponer un pacto climático con los líderes de la oposición del país para que Venezuela eliminará paulatinamente el petróleo. Así podría impulsar la economía al poner fin a su dependencia de las exportaciones petroleras, dijo Petro, y podría ayudar a reparar crisis política del país. Sobre todo, salvaría al mundo del cambio climático que resultaría si Venezuela explotara su petróleo al máximo.
La respuesta: ni una palabra. “Se lo he dicho a Maduro, se lo he dicho a la oposición cuando puedo hablar con ellos”, me dijo Petro en agosto, disgustado. “Pero creo que estoy hablando otro idioma cuando hablo con ellos”.
Cuando se trata del cambio climático, Petro sueña en grande, incluso si asusta a muchos en Colombia y amenaza los intereses económicos del país a corto plazo. El ex guerrillero convertido en defensor climático asumió el cargo de la presidencia en 2022 con la promesa de eliminar gradualmente los combustibles fósiles, un proyecto nada fácil para una nación donde más del 50% de las exportaciones provienen del petróleo y carbón. Tras llegar al cargo, ha detenido la aprobación de nuevas perforaciones y ha limitado a la compañía petrolera estatal, incluso cuando los acuerdos prometían grandes ganancias. En el extranjero, ha presionado a otros líderes para que creen sus propios planes de eliminación gradual. “Quiero dar el paso para poner fin a la energía basada en carbón y gas”, me dijo.
En el transcurso de dos entrevistas, una en la conferencia climática COP28 en Dubai, y otra en el palacio presidencial Casa de Nariño, en Bogotá, Petro calificó el cambio climático como un tema central en su agenda. “Lo considero como un prisma. Toda política pública puede verse a través de ese prisma”, afirma. “Se puede medir la política pública en función de si exacerba o mitiga la crisis y tomar decisiones en función de eso”.
Pero abandonar los combustibles fósiles en un país cuya economía depende de ellos es... complicado. La agenda de Petro y la incertidumbre que ha creado han contribuido al escepticismo de los inversionistas a nivel mundial. Eso ha dificultado la financiación de proyectos para sustituir a los combustibles fósiles y ha contribuido a la opinión de que el idealismo de Petro está perjudicando al país. En las encuestas, más de el 60% dice que los colombianos no aprueban su gestión. “Lo que está pasando en Colombia va más allá de la ideología”, dice Iván Duque Márquez, expresidente de Colombia, que se ha convertido en un líder mundial en materia del clima y la conservación de la naturaleza. “Nuestra gente tiene miedo de que arruine el mercado energético”.
Sus partidarios dicen que Petro está exponiendo las realidades de la ciencia climática claramente tal y como son. De hecho, el mundo necesita rápidamente poner fin a su adicción a los combustibles fósiles. Ellos creen que los esfuerzos de Petro reflejan esa urgencia. Pero a dos años de concluir su mandato, el enfoque radical del presidente colombiano se enfrenta a una dura realidad: para poner en práctica su agenda, necesita trabajar con el mercado y eso requiere algo más que una visión audaz.
El viaje desde el primer control policial afuera de la Casa de Nariño hasta la oficina de Petro es un proceso lleno de trámites y protocolos: múltiples controles de seguridad y escaneos de identificación, para luego esperar en un salón formal con meseros que me sirvieron un excelente café colombiano. En el despacho de Petro, la atmósfera es sorprendentemente distinta. Los papeles están desparramados sobre las mesas. Una novela gráfica reposa debajo de unos documentos de aspecto oficial. En otra pila de libros hay uno que ofrece una evaluación económica del “crimen como profesión”. Una mesa auxiliar está repleta de aún más papeles y una bolsa con granos de café.El presidente entra en la sala, vestido informalmente con jeans y una chaqueta. Ligeramente despeinado y con anteojos, parece más bien un profesor universitario excéntrico que un político. Ampliamente conocido y ridiculizado por ser un prolífico tuitero, permanece absorto mirando a su teléfono unos instantes antes de levantar la vista para saludarme.
Huelga decir que Petro no es un jefe de gobierno habitual. Mientras que sus predecesores hicieron carrera alineándose con las élites colombianas, Petro se rebeló y fundó su propio partido político. Además, mientras otros se limitan a meros puntos de discusión, él tiende a dar respuestas largas y rebuscadas, llenas de vocabulario académico. Más que nada, Petro se distingue por el reconocimiento que obtuvo como guerrillero.
En su autobiografía de 2021, Una vida, muchas vidas, describe su transformación de estudiante universitario aplicado a rebelde, como una transformación de un deber patriótico. En 1970, tras más de una década de un acuerdo de repartición del poder que, en esencia, posibilitó que los dos partidos oficialistas se rotaran en la presidencia sin ninguna oposición legítima, las acusaciones de fraude generaron un conflicto social generalizado. Petro deseaba unirse al grupo militante M19 que se formó en respuesta a las elecciones impugnadas y cuya influencia crecería en los años siguientes. Su inspiración no provino de la lectura de Marx, escribió, sino de una “lucha popular nacida de los valores culturales y de la historia propia de Colombia”.
Durante aproximadamente una década trabajó para el M19, sirviendo como representante en su ciudad natal y distribuyendo propaganda. El colectivo, que sostenía que la democracia electoral era su principal propósito, era menos violento que otros grupos militantes. Petro ha afirmado que no participó en algunas de las iniciativas más violentas del grupo. Sus críticos dudan; pero en cualquier caso, estuvo preso durante el acto más infame del grupo: la toma del Palacio de Justicia. Después de la toma, abogó por las conversaciones de paz que finalmente llevarían al M19 a convertirse en un partido político.
Su transformación climática comenzó en 1994 en Bélgica, a donde se mudó para servir como agregado diplomático, continuar sus estudios y escapar de las constantes amenazas de muerte en Colombia. En la Universidad de Lovaina, estudió desarrollo y medioambiente,y se empapó del trabajo de Nicholas Georgescu-Roegen que vinculaba la física, los recursos naturales y la economía. En la actualidad Georgescu-Roegen es conocido entre los economistas climáticos, pero sus trabajos no son una parte importante de los debates políticos. Mucho después de haberse lanzado al ruedo político y fungir como senador y alcalde de Bogotá, Petro asegura que aún consulta su copia de la obra más influyente de Georgescu-Roegen como guía.
La orientación académica de Petro también se refleja en su estilo de gobernanza, con una firme adhesión a los principios por encima de consideraciones prácticas. En lo que respecta al cambio climático, dice, “lo he estudiado cada vez más, trato de leer todo lo que pueda, que recoja de [la] biblioteca sobre eso”.
Petro ha elaborado su propia filosofía del clima y la economía que lo sitúa fuera de la tradición política con la que a menudo se le asocia. Históricamente, la izquierda latinoamericana, desde Brasil hasta México, ha dependido del petróleo como fuente de ingresos para financiar sus prioridades de desarrollo social. Él se considera pionero de lo que llama progresismo descarbonizado. “La invitación a la izquierda clásica latinoamericana es a ampliar su horizonte”, dice.
El enfoque, según él relato, no es necesariamente anticapitalista, sino que desea que el capital privado contribuya a una transición que abandone el petróleo y el gas. Pero también quiere decirle a ese capital adónde ir. Justo antes de mi llegada a Bogotá, él dio a conocer una propuesta de “inversiones forzosas” para obligar a los bancos colombianos a financiar sus proyectos. Unas semanas más tarde, dio marcha atrás y negoció un acuerdo con los bancos.
Petro dice que está escribiendo un libro que explorará si el capitalismo puede abordar la crisis climática, pero que no ha podido completarlo debido a sus funciones como líder del país. Él menciona que no está seguro de que la reconciliación sea posible. “Creo que, si el capitalismo no es capaz, porque no tiene capacidad de planificación”, dice, entonces, “la humanidad superará al capitalismo, a escala mundial; porque la otra alternativa es que la humanidad morirá con el capitalismo.”
Toda esta teoría está teniendo un impacto real en los colombianos, especialmente su enfoque en el sector petrolero del país. Petro asumió el cargo e inmediatamente aumentó los impuestos a las compañías de petróleo y carbón. Detuvo los permisos nuevos para la exploración y perforación petrolera. Además, reemplazó al antiguo presidente de la compañía petrolera estatal, Ecopetrol por su jefe de campaña, un estratega político con experiencia en el sector energético del país. Cuando estuve en la ciudad, Ecopetrol canceló un acuerdo de 3,600 millones de dólares con la importante petrolera estadounidense Occidental Petroleum.
Estas medidas tienen un costo político significativo para Petro. Agitan a quienes se centran en los resultados económicos de corto plazo y desalientan la inversión extranjera en toda Colombia. “Él ha dejado muy claro al mundo que está en contra del petróleo, del gas, del fracking y de los Estados Unidos”, dijo la directora ejecutiva de Occidental, Vicki Hollub, a los inversionistas después de que Petro arruinara el acuerdo.
Petro reconoce que algunos consideran su estrategia como “suicidio” político. Pero perforar más representaría un suicidio social, afirma. “Si las reservas de carbón de Colombia se usarán, y si las reservas de petróleo de Venezuela se usaran, no podría usted entrevistarme otra vez,” dice. Se quemaría el mundo. Solo en el subsuelo colombo-venezolano hay un arma de destrucción masiva.”
Petro entiende las realidades de los mercados petroleros y, según él, está anticipando un problema. El petróleo colombiano es un crudo pesado, menos atractivo y mucho más caro de producir que el petróleo de Oriente Medio. Es una visión común: a medida que la demanda disminuya, como dicen algunos analistas que sucederá pronto, el petróleo caro de lugares como Colombia se descartará primero. Rehacer la economía ahora evitará dolores de cabeza económicos en el futuro, él razona.
La visión económica alternativa de Petro es aprovechar la riqueza natural de Colombia, excluyendo los combustibles fósiles. Su objetivo es atraer pagos para proteger los bosques tropicales, que constituyen más de un tercio del país, y expandir el sector turístico que está creciendo rápidamente. Lo más audaz es que él quiere invertir en los recursos de energía renovable del país, recolectando energía eólica, solar e hidroeléctrica y enviándola a todo el hemisferio occidental a través de una red eléctrica panamericana. “En vez de exportar energía fósil, exportaríamos energía limpia,” dice.
En octubre, miembros de su gabinete viajaron a la ciudad costera de Barranquilla y presentaron una cartera de proyectos de 40 mil millones de dólares diseñados para lograr la visión de Petro. El Ministerio de Minas y Energía describió los planes para una nueva empresa energética que construirá proyectos de energía renovable en la costa norte. El Ministerio de Comercio, Industria y Turismo presentó un programa de préstamos para pequeñas empresas turísticas. El Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible propuso nuevos programas para financiar la protección de la biodiversidad. “Esperamos que, ahora que hemos pasado por todo esto, esto sirva para ayudar a impulsar los objetivos económicos”, me dijo María Susana Muhamad, ministra de Medio Ambiente del país, antes del anuncio.
Colombia ya ha logrado encontrar algo de capital para proteger la naturaleza, pero a largo plazo, reemplazar la dependencia del petróleo requerirá financiamiento privado a una escala mucho mayor. Eso deja a Petro y a su país en una situación complicada. Él tiene una gran visión para una Colombia próspera y descarbonizada, pero mientras él esté al mando, los inversionistas extranjeros y nacionales, pueden que permanezcan menos entusiastas.
No ayuda a que Petro esté fuera de sintonía con el establishment político colombiano. El país no ha tenido un presidente de izquierda en su historia moderna. Esto ha dejado a Petro sin control sobre las palancas institucionales que poseen numerosos otros líderes. Es más, la combinación de grandes palabras y declaraciones polémicas solo alimenta a los críticos más feroces de Petro, incluidos aquellos que apoyan la acción climática. Los últimos presidentes han promovido la conservación y la transición energética. Sin embargo, la trayectoria de Petro como guerrillero y una serie de escándalos de corrupción que actualmente están afectando su gobierno, así como su liderazgo económico poco convencional, ponen en peligro la reputación nacional, ellos dicen. “¿Cómo se puede invertir en una economía en la que las ganancias dependen del humor del presidente?”, dice el expresidente conservador Duque. “Es absolutamente temerario”.
Incluso algunos aliados potenciales han criticado a Petro. En febrero, Jorge Iván González renunció a la jefatura del Departamento Nacional de Planeación de Colombia a petición de Petro. Al poco tiempo, escribió una columna en donde elogiaba la visión de Petro pero criticaba su falta de voluntad para aceptar las limitaciones prácticas al momento de aplicarla. “En lugar de aceptar los hechos fácticos,” González escribió en La República, un periódico comercial colombiano, “el gobernante cae en la tentación de negarlos.”
A pesar de todo, Petro sigue adelante. Los trabajadores aún llevaban a cabo los trabajos finales de los terrenos del parque integral que rodea el monumento a Cristo Rey de 85 pies, cuando arribé una mañana de principios de agosto tras un vuelo corto desde Bogotá. El lugar está en el centro de la ciudad colombiana de Cali, y ofrece una imagen de cómo podría ser la visión de Petro. Los turistas se sienten atraídos por la llamativa estatua en la cima de la colina. Las tierras cercanas están protegidas, algunas de ellas a través de programas en los que empresas extranjeras pagan a los lugareños para preservarlas. “Si tenemos más ecoturismo en el parque, eso nos ayuda a protegerlo”, dice el alcalde de Cali, Alejandro Eder.
La ciudad fue sede de una importante conferencia mundial en noviembre, cuyo objetivo es la implementación de un acuerdo para salvaguardar el 30% de la tierra y los océanos del mundo para el año 2030. Los países están debatiendo formas de compartir material genético y establecer programas financieros. Ser el anfitrión de la conferencia ayuda al gobierno de Petro a definir la agenda mundial de conservación natural y también a conseguir ayuda internacional para su agenda nacional.
El año pasado Colombia se asoció con Alemania, Kenia y Francia para explorar programas que podrían condonar la deuda soberana a cambio de protección de la naturaleza y acción climática, atrayendo la atención de los bancos multilaterales de desarrollo. Petro, ha defendido el papel que pueden desempeñar los pueblos indígenas y los afrodescendientes para abordar el cambio climático. Además, se convirtió en un defensor clave en el escenario mundial de un tratado internacional para reducir las emisiones de los combustibles fósiles.
Sin embargo, a pesar de algunos éxitos, aún piensa que la mayoría de sus homólogos no han reconocido la magnitud del problema y ofrecen soluciones inadecuadas. “Los presidentes vienen a hacer algunos discursos prefabricados que en general no escriben ellos mismos, e introducen lo que yo llamaría una política ‘correcta',” me lo dijo en Dubai. “Esa política ‘correcta’ es falsa."
En lugar de ofrecer soluciones fragmentadas, Petro dice que se centra en una visión para evitar lo que él llama un “suicidio colectivo”. De cierta manera este enfoque es admirable. Enfrentar de manera honesta las conclusiones de la ciencia climática implica reconocer que la humanidad se encuentra al borde de un cambio irreversible y catastrófico. El papel de los líderes es trazar un camino a seguir sin importar las dificultades políticas. Pero, ¿de qué sirve si los demás no lo siguen? En ese sentido, Petro es su mayor crítico. Él sabe que la gente lo escucha pero, ¿con qué fin? “Llamamos la atención en el mundo por eso. Nos escuchan,” dice. “No nos hacen caso, pero nos escuchan.”
TIME recibe apoyo de la Outrider Foundation para la cobertura climática. TIME es el único responsable de todo el contenido.
—Reportando en Español por Israel Meléndez Ayala
More Must-Reads from TIME
- Donald Trump Is TIME's 2024 Person of the Year
- Why We Chose Trump as Person of the Year
- Is Intermittent Fasting Good or Bad for You?
- The 100 Must-Read Books of 2024
- The 20 Best Christmas TV Episodes
- Column: If Optimism Feels Ridiculous Now, Try Hope
- The Future of Climate Action Is Trade Policy
- Merle Bombardieri Is Helping People Make the Baby Decision
Write to Justin Worland/Bogotá at justin.worland@time.com